21 julio, 2009

¡Dejadme morir en paz!


El acto más importante de nuestra vida es la muerte. Renan.

Para aquellos que no nos apegamos a creencias dogmáticas y actos de fe, consideramos que cada ser humano es dueño de su vida y de la ética con la cual la asume; pensamos -creo no equivocarme si uso el plural- que todos tenemos derecho a bien morir, entendiéndose por esto que no debemos padecer una prolongada enfermedad irreversible y una extenuante agonía.

Muchos han sido los casos de eutanasia discutidos en todos los medios. Hay países que no la admiten como Suiza, Francia, y Estados Unidos (salvo el estado de Oregon) entre otros, aduciendo que tal hecho va contra la ética médica. Hay otros países europeos como Holanda y Suiza donde la eutanasia está permitida y legalizada. En el Reino Unido se está revisando la respectiva ley. En USA, en los años 90 el Dr. Kevorgian fue juzgado por practicar la tanatología. En Latinoamérica los pocos intentos realizados sobre la materia (Colombia) no prosperaron. Si habita en un país latinoamericano tercermundista y dado el caso llegare a necesitar estos auxilios finales, prepárese a sufrir un calvario porque no tendrá nadie que lo ayude. Si acaso y bajo muy contadas excepciones, lo más que harán es suspenderle la vida artificial: ergo desenchufarlo y esperar la visita de La Parca. Empero le queda el recurso de darse el último viajecito a Uruguay donde la eutanasia está legalizada.

El último caso sobre el tapete (julio 2009) es el de una pareja de ingleses: un conocido director de orquesta británico Edward Thomas Downes ciego y sordo de 85 años y su esposa de 74 que padecía una enfermedad terminal. Se fueron a Suiza al centro de suicidio asistido Dignitas. Muchos son los casos que en Europa han causado polémica. En España hasta una película se hizo –ganadora de un Oscar: Mar adentro- sobre el caso de Ramón Sampedro, sometido por la ley a padecer durante 30 años. En Italia el caso de Eluana Englaro: una chica que vivó años vegetativamente, causó mucha polémica cuando su padre -después de innumerables intentos- logró finalmente la autorización legal, para desconectarle los aparatos que la mantenían “viva”. En Venezuela existió el caso de una chica que estuvo en vida vegetativa por muchos años, en el hospital Vargas.

Los creyentes dicen que sólo el Creador tiene derecho a quitar la vida, puesto que supuestamente el la otorgó y por lo visto es el dueño absoluto de sus creaturas. ¡Su sentencia de muerte no tiene apelación!... No comprendo por qué no se esgrime este mismo argumento en el caso de la guerra y la pena capital *, aceptadas con mucha naturalidad por casi todos. En la guerra hasta te condecoran por matar. Más contradictorio aún es que todavía se libran “guerras santas”, donde hasta se premia con el paraíso a quien mata en nombre de Dios. Por consiguiente, queda demostrado que los principios no son absolutos y que para bien o para mal, el fin justificaría los medios o sea: se justifica la guerra y la pena de muerte, pero es un sacrilegio la eutanasia.

En principio todos estamos a favor de la vida –no sólo la humana- y debemos velar por ella, pero esto no puede ser una obligatoriedad ni la imposición de unos valores sociales de parte de unos en detrimento de otros, para aquellos seres que se enfrentan a una situación extrema de vida artificial llena de penurias para sí y sus familiares...Además hay un derecho inalienable que se llama autodeterminación -que debería ser respetado en caso de vida o muerte- y que está por encima de cualquier creencia religiosa, o no ?

Nosotros, los venezolanos vivimos en una eterna paradoja: en Venezuela la ley no permite la eutanasia, pero cada fin de semana sólo en Caracas, mueren violentamente de 40 a 50 personas sanas, sin su consentimiento y no pasa nada…

* De los 191 países miembros de la ONU, 60 mantienen la pena de muerte; entre ellos, 47 son dictaduras o regímenes dictatoriales. (Fuente: Agencia EFE)

Caracas, julio 2009
Ilustración tomada de la web.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está bien bueno..! Iremos a Uruguay,está más cerca que Suiza.

Adelmar