25 julio, 2008

Nadie es profeta en su tierra

Y menos en la nuestra donde todos somos unos envidiosos del éxito de los demás, especialmente los caraqueños. Venezuela siempre ha aventado a sus hijos más ilustres, desde el siglo 19 al actual: de Bolívar a Bello, hasta el sabio Fernández Morán.

El Generalísimo no iba a sustraerse de lo que le correspondía. Ya desde su nacimiento, salido de una ciudad provinciana -en la cual nunca encajó- hasta llegar a los salones más encumbrados de Europa y América, Francisco de Miranda no las tuvo todas consigo. Hijo de un empresario canario -exportador de cacao, por lo que los mantuanos le decían que era hijo de un "bodeguero"- y una criolla. Gracias a que su padre tenía una cómoda posición económica, se hizo de un título universitario. Sin gozar del fuero real que correspondía a los blancos criollos, pudo anexar el de al apellido. Los haberes de su padre le permitieron adquirir una refinada educación y optar por las armas. De allí adelante todo fue hacerse valer y ascender para participar en los acontecimientos decisivos de su época: Revolución francesa, e Independencia Hispanoamericana. Mariscal de campo del ejercito francés, girondino -el pendiente en la oreja lo delata-, políglota, melómano, rijoso y masón (por lo que el Tribunal del Santo Oficio no le quita el ojo). ¡Hasta en eso de llevar arete, se adelantó a sus compatriotas! En su azarosa vida fue glorificado y denostado. Oficial de renombrados ejércitos en España, Rusia, Francia e Inglaterra. Los más connotados intelectuales de la época fueron sus pares y las mujeres de mayor prestancia sus amantes. Su nombre figura en el Arco de Triunfo, en la galería de Versailles está su retrato y en el campo de Valmy su estatua, malgré los engreídos franceses que a punto estuvieron de guillotinarlo. Nosotros lo hemos enaltecido –por lo visto a regañadientes- con títulos rimbombantes: el precursor de la independencia, el criollo universal. Pero quizá por su figuración internacional y su encumbramiento, al venezolano de a pié no termina de calarle el personaje. Esto no es de ahora, viene ya desde la Colonia, cuando el mantuanaje caraqueño lo consideraba un advenedizo; "blanco de orilla". Siempre un forastero en su país. Hasta su rostro es poco conocido, ya que el cuadro que lo ha hecho famoso- ese que hizo Michelena- lo retrata en sus últimos días en la prisión de La Carraca (Cádiz), con el rostro de otro. * ¡Como para terminar de borrarlo de nuestra memoria!

Pero ahora Don Francisco vuelve a las andadas, causando como lo hizo en su época connivencias y desavenencias. Todo ha surgido por el llamado Proyecto Leander, para conmemorar el Bicentenario de su fracasada expedición en la cual vino (1806) con un buque de éste nombre –el mismo de su primogénito inglés habido con Sally, su ama de llaves- para traer a nuestras costas la primera bandera patria y los gritos de libertad para la unión de hispanoamérica.

El mentado proyecto tiene planificado erigir un museo con auditorio y demás. O sea construir un edificio con sus debidas instalaciones y encima una réplica del Leander. Esto me parece muy valedero y loable. En lo que disiento es en la ubicación del Museo que ha de honrar al prócer. ¿Por qué en el Parque del Este? Caracas tiene muy pocas áreas verdes, para encima deforestar las que existen para meterle más cemento y cabillas. ¿Y qué pasó con el aeropuerto de La Carlota ? ¿"No ique" allí iban a construir un gran parque? ¿Por qué no se toma en cuenta este espacio, para el Leander? Los usuarios del Parque del Este protestaron la iniciada construcción y acabaron con la cerca de protección de la obra. ¡Yo les doy la razón! Tenemos otros lugares donde instalar el Proyecto Leander. Lo que deben hacer es reforestar el maltrecho Parque del Este, arreglarle sus instalaciones y acondicionarlo bien para el disfrute de todos.

El merecido museo para Miranda, que lo pongan en otro terreno. Tengo un recordatorio para la comisión que adelante esto del museo mirandino. Allí donde se resaltará la figura epónima y colocarán sus pertrechos, condecoraciones, libros y otros adminículos: No olviden exhibir la cajita con vellos púbicos femeninos que coleccionaba el Generalisimo.


Caracas, julio 2008
Ilustración: Arturo Michelena (el personaje que posó para este cuadro fue Eduardo Blanco, el autor de "Venezuela Eroica")

08 julio, 2008

Cartera vs. personalidad





La idiosincrasia de una mujer se refleja en el contenido de su cartera, ni más ni menos. Es decir que la cartera de una mujer es como la bola de cristal de las adivinas... Quizá con esta aseveración me gane la enemistad de mis congéneres, pero he podido comprobar lo que aquí digo…

Las carteras femeninas, fueron creadas por la moda como complemento para adornar y llevar alguno que otro objeto, que pueda ser indispensable para la portadora al momento de su salida: papeles de identificación, llavero, tarjetas de crédito, algo de maquillaje y dinero, por supuesto. No olvidemos el celular, que bien puede ir en estuche aparte o dentro de la cartera. También, para su información, las carteras femeninas tienen compartimientos, precisamente para llevar los objetos debidamente ordenados.

Pero resulta que hay muchas féminas –y por ellas pagamos todas el escarnio - que creen que una cartera, en vez de ser un adminículo útil y decorativo, es una escaparate. Así sus portadoras no precisan ejercitar la musculatura de sus brazos en gimnasio alguno, con mancuernas de ejercicios ya que levantar semejante peso es más que suficiente. Por si esto fuera poco, localizar algún objeto dentro de tal bulto es una misión imposible, ya que todo está regado y mezclado en un pandemónium : recibos viejísimos, comprobantes de retiros bancarios, cédula de identidad vencida, licencia de conducir (también vencido y sin certificado médico), paraguas plegado, cigarrillos desperdigados –con el consabido mal olor a nicotina y los desperdicios del cigarrillo en el fondo del saco , ensuciando todos los otros objetos- polvera con espejo roto, lápices de labios, un alicate, peine, lápices y creyones de los hijos, fósforos, libreta de apuntes y teléfonos, bolígrafo, lentes para el sol, tarjetas de crédito, rulos y pinzas para el pelo, llaveros, un frasquito de perfume, libro de auto-ayuda para leer en el Metro, galletas (rotas y también ensuciando el fondo del saco) un velo o mantilla (por si hay cerca de una Iglesia) y la consabida farmacia: aspirinas, toallas sanitarias, curitas, antiácido, klinex, condones y para finalizar el teléfono celular o el HiPod.

No sería tan caótico, si toda esta parafernalia estuviera medianamente ordenadita en los compartimientos de la inmensa cartera (a veces son tan pequeñas, sólo por atender al moda, que las pobres están a reventar), pero resulta que no. La portadora aduciendo que está muy ocupada para tardarse en organizar algo, usa siempre la misma cartera –cartera de pobre pues combina con todo- y lanza lo primero que consigue dentro y allí se queda durmiendo el sueño de los justos.

He llegado a la conclusión que para saber en verdad cómo es una mujer, hay que hurgar en su cartera. Así como la cartera, me atrevo a inferir que así mismito tienen las gavetas de la casa, los closets y lo más grave, así les funciona la mente.

Para muestra, va esta relación:
Cartera vs. Personalidad.-Pocos utensilios (indispensables) y ordenados = Mujer pragmática, responsable, centrada y confiable.
-Cantidad de cosas dentro de la cartera (quizá necesarias), pero sin orden ni concierto = Mujer desorganizada, dispersa e inestable, imprevisible.
-Muchos objetos variopintos, (inservibles), acumulados y mezclados = Mujer ilusa, con la cabeza llena de papelillo, disociada de la realidad y casi tonta.

Creo que estas pequeñas orientaciones servirá a los interesados, especialmente los caballeros, para saber cómo y con quien están tratando. Si por casualidad alguna de mis congéneres lee esto y no está de acuerdo conmigo, bien puede desmentirme y probarme lo contrario. ¡Yo me someto a la revisión de la cartera!


Caracas, julio 2008