PUna noticia aparecida en la sección de espectáculos del diario caraqueño El Universal, de fecha 26 de febrero de 2006 señala que la reposición del anunciado espectáculo El violinista en el tejado -a presentarse en el Aula Magna de la UCV este fin de semana- aparentemente no se llevará a efecto por falta de acompañamiento musical.. ¡plop!
Resulta que este show; otrora presentado en Broadway (1964), en Caracas (2005 y 2006) y llevado a la pantalla (Jewison, 1971), no es idóneo para ser visto por el público venezolano, ya que su “peligroso” argumento y ambientación se desarrolla –según la novela del escritor ruso Sholom Aleichem- en una aldea donde conviven judíos y ortodoxos rusos. ¿Qué tiene de particular tal hecho? Sencillamente que dado el ambiente de “tolerancia y buen gusto” con que se maneja la cultura revolucionaria bolivariana, la directiva de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho (¡pobre Sucre, debe estar revolviéndose en su tumba!) consideró conveniente no participar en el espectáculo, dado que la mencionada organización está subvencionada por el Estado y no se vería adecuado –ni conveniente para los intereses de la orquesta- contravenir la política cultural bolivariana, pues parece ser que ahora y no antes se percataron que el asunto provenía de los semitas. Por si fuera poco, a los músicos de esa organización que pretendieran “matar un tigre” con el Violinista en el tejado, los presionaron con una asistencia obligatoria, el mismo día y misma hora a un ensayo.
Comencemos por aclarar que ésta orquesta sinfónica, como muchas otras organizaciones culturales, siempre han contado con subvenciones del Estado venezolano y que el Estado no es el gobierno. Por otra parte tanto los señores de la orquesta como los encargados de dirigir la política cultural del país dan una clara demostración de mediocridad y estrechez mental, propia de estos regímenes revolucionarios. Es de todos conocidos los hechos de las revoluciones culturales, en China, la anterior Unión Soviética y Cuba: escarnio público, prisión, y ostracismo para escritores, bailarines, cineastas, pintores, músicos y cualquier cosa que sea vanguardia creativa.
La música es un lenguaje universal. La música une el alma de los pueblos y sirve para enaltecerlos. La música no puede ser utilizada, tal como hizo Hitler -que la emprendió con Wagner, antisemita confeso- para sus despreciables fines políticos. Grandes maestros contemporáneos de la música, Zubin Mehta y Daniel Barenboim se han distinguido por usar la música para la paz entre los pueblos. Barenboim (afamado director de orquesta y pianista, judío) con su amigo Edward Said (músico palestino ya fallecido) formaron la Foundation Barenboim-Said, entre otras cosas para el diálogo y la reflexión. En sus programas figura la maravillosa orquesta juvenil: West-East Divan conformada por judíos (de varios países) entre ellos israelitas y árabes (de varios países) entre ellos Palestinos. Maravilla ver como estos muchachos y muchachas dirimen sus diferencias a través de la música que los une. Aquí unos burócratas fachos se hacen eco de las prédicas segregacionista y chovinista emanadas desde Miraflores. Las instrucciones no se aplican expresamente, pero si mediante el mal ejemplo que cunde, y moviendo “sutilmente” los hilos de las subvenciones estatales. En meses pasados se ha visto como las organizaciones israelitas en la capital han sufrido violentos ataques –provenientes de las bandas revolucionarias armadas- quiérase reconocer o no, por la postura pro-palestina adoptada por el gobierno a raíz del reciente problema de Gaza, que finalizó (¡esperemos que así sea !) con el asalto a la Sinagoga principal. Luego –dándose golpes de pecho- saldrán los adalides de la democracia representativa y popular, a desmentir públicamente la intencionalidad política de unos hechos que están a la vista de todos.
Comencemos por aclarar que ésta orquesta sinfónica, como muchas otras organizaciones culturales, siempre han contado con subvenciones del Estado venezolano y que el Estado no es el gobierno. Por otra parte tanto los señores de la orquesta como los encargados de dirigir la política cultural del país dan una clara demostración de mediocridad y estrechez mental, propia de estos regímenes revolucionarios. Es de todos conocidos los hechos de las revoluciones culturales, en China, la anterior Unión Soviética y Cuba: escarnio público, prisión, y ostracismo para escritores, bailarines, cineastas, pintores, músicos y cualquier cosa que sea vanguardia creativa.
La música es un lenguaje universal. La música une el alma de los pueblos y sirve para enaltecerlos. La música no puede ser utilizada, tal como hizo Hitler -que la emprendió con Wagner, antisemita confeso- para sus despreciables fines políticos. Grandes maestros contemporáneos de la música, Zubin Mehta y Daniel Barenboim se han distinguido por usar la música para la paz entre los pueblos. Barenboim (afamado director de orquesta y pianista, judío) con su amigo Edward Said (músico palestino ya fallecido) formaron la Foundation Barenboim-Said, entre otras cosas para el diálogo y la reflexión. En sus programas figura la maravillosa orquesta juvenil: West-East Divan conformada por judíos (de varios países) entre ellos israelitas y árabes (de varios países) entre ellos Palestinos. Maravilla ver como estos muchachos y muchachas dirimen sus diferencias a través de la música que los une. Aquí unos burócratas fachos se hacen eco de las prédicas segregacionista y chovinista emanadas desde Miraflores. Las instrucciones no se aplican expresamente, pero si mediante el mal ejemplo que cunde, y moviendo “sutilmente” los hilos de las subvenciones estatales. En meses pasados se ha visto como las organizaciones israelitas en la capital han sufrido violentos ataques –provenientes de las bandas revolucionarias armadas- quiérase reconocer o no, por la postura pro-palestina adoptada por el gobierno a raíz del reciente problema de Gaza, que finalizó (¡esperemos que así sea !) con el asalto a la Sinagoga principal. Luego –dándose golpes de pecho- saldrán los adalides de la democracia representativa y popular, a desmentir públicamente la intencionalidad política de unos hechos que están a la vista de todos.
Lo menos que se puede esperar de los músicos y directores del Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela y entre ellos el maestro Abreu, o el joven director Dudamel (que ya no depende de una subvención estatal) es que protesten semejante exabrupto. De existir, el maestro Vicente Emilio Sojo no se quedaría callado. ¡Ya le hubiera dado varios bastonazos a esos indignos genuflexos! En su tiempo, se le enfrentó al dictador Marcos Pérez Jiménez, cuando la Orquesta Sinfónica Venezuela inauguraba la Concha Acústica de Bello Monte. ¡Yo no le toco el himno a ese carajo! dijo y entregó la batuta.
Infiero que la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho en adelante no interpretará a: Mayerbeer, Mendelssohn, Hálevy, Strauss (padre e hijo), Mahler, Offenbach, Sömberg, Gerswin, Berlin, Copland, Berstein y pare usted de contar, porque son compositores judíos. De pasadita topamos con Verdi que, aunque no tenía na´que ver con los israelitas, se le ocurrió escribir Va pensiero.
Este asunto no debemos tomarlo a la ligera. Los talibanes que están solapados en cualquier parte, comienzan su cacería de brujas por una aparente insignificancia y después nadie sabe dónde ha de llegar. Abundan las experiencias de este tipo en otras latitudes. Inserto en este escrito un significativo poema del pastor luterano alemán Martin Miemöller, víctima de tales persecuciones (desde 1937 a 1945 estuvo en los campos de concentración de Sachesenhause y Dachau)
Cuando los nazis vinieron.
Infiero que la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho en adelante no interpretará a: Mayerbeer, Mendelssohn, Hálevy, Strauss (padre e hijo), Mahler, Offenbach, Sömberg, Gerswin, Berlin, Copland, Berstein y pare usted de contar, porque son compositores judíos. De pasadita topamos con Verdi que, aunque no tenía na´que ver con los israelitas, se le ocurrió escribir Va pensiero.
Este asunto no debemos tomarlo a la ligera. Los talibanes que están solapados en cualquier parte, comienzan su cacería de brujas por una aparente insignificancia y después nadie sabe dónde ha de llegar. Abundan las experiencias de este tipo en otras latitudes. Inserto en este escrito un significativo poema del pastor luterano alemán Martin Miemöller, víctima de tales persecuciones (desde 1937 a 1945 estuvo en los campos de concentración de Sachesenhause y Dachau)
Cuando los nazis vinieron.
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio, porque yo no era comunista,
guardé silencio, porque yo no era comunista,
cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata,
cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista,
cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté, porque yo no era judío,
cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar...
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata,
cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista,
cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté, porque yo no era judío,
cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar...
A mí sólo me queda revirar, para no incurrir en lo que señala el poema. No podemos ser indiferentes a estas malhadadas situaciones. De alguna forma hay que demostrar el desacuerdo: ¡Yo a los conciertos de esa orquesta no voy…! Y por fin, ¿hay o no hay unos cañoneros para el Violinista?
Caracas, febrero 2009