13 octubre, 2008

No usarás mi nombre en vano


Esta crónica, supongo, va a traer muchos detractores especialmente entre los patrioteros. Aún así , va:

el "padre de la patria", o sea Simón Bolívar merece todos los honores y reconocimientos en nuestro país como fuera de ellos. Su valía es innegable y su trascendencia mayor, así que no me voy a poner aquí a señalar por qué es el Libertador y todas esas menudencias. Lo que si voy a hacer es protestar por el indebido uso que hacemos de su nombre. Eso no es nuevo, viene de vieja data, pero ahora con eso de que somos específicamente una República bolivariana, al nombre de Bolívar lo tienen coleteao; tal como decía el Dr. Luis Villalba Villalba, presidente de la Sociedad Bolivariana: aquí son bolivareros no bolivarianos.. .

En todos los pueblos del territorio hay una plaza Bolívar con el consabido busto o estatua del prócer. En el exterior también. En los sitios menos pensados aparece una estatua de El Libertador: Sevilla, París, Washington, Cádiz, Santiago, Lima y otras más. Junto al monumento, todo venezolano que se precie de serlo, cumple el rito obdeciendo al culto y se retrata. Empero de allí en adelante -convertido en comodín- desde nuestro signo monetario pa´bajo, el nombre aparece en: aeropuertos, comercios, salas de conciertos*, coros, carreteras, auditorios, bancos, edificios y urbanizaciones (las casitas en Cienfuegos, Cuba) promociones, paquetes de comida, orquestas, pancartas proselitistas, universidades, buques, franelas y aunque usted no me lo crea, en llaves –esas que son de colores- está grabado el nombre y la esfinge del Libertador, que tal? Pero la enumeración no puede quedar inconclusa, ahora habrá un Satélite Simón Bolívar, ese dizque vamos a lanzar al espacio con la ayuda de los chinos.

Me pregunto si es por pura mezquindad no permitirnos reconocer a otras u otros meritorios venezolanos y optamos por el único nombre que no tendrá cuestionamiento. Se preguntarán como yo: ¿Es que aquí no hay nadie más? ¡Hasta cuando! ¿Quién pone esos nombres tan desatinados? Para dar un ejemplo: el Teatro Teresa Carreño (¡hurra! por aquel inteligente que se le ocurrió la denominación) tiene dos auditorios. La sala grande lleva el nombre del músico Pedro Antonio Ríos Reyna ya fallecido, quien en vida fue fundador-director de la Orquesta Sinfónica Venezuela, pero ¿Por qué la sala más pequeña (la propia para conciertos; acogedora y con excelente acústica) lleva el nombre de José Félix Ribas, un prócer de la Independencia? ¿Qué instrumento tocaba Ribas, a parte de la espada? ¡Siquiera José A. Páez tocaba violín! Esto no lo termino de entender.

Acaso no tenemos compositores que merezcan una sala de conciertos con su nombre. Hay para escoger: Cayetano Carreño, Juan José Landaeta (creador de la melodía del Gloria al Bravo Pueblo), el Padre Sojo (tío abuelo de Bolívar), José Angel Lamas, Pedro Elías Gutiérrez (se supone que para nosotros el Alma Llanera es nuestro segundo himno) entre los más antiguos, o bien los contemporáneos ya fallecidos: el Maestro Vicente Emilio Sojo, Antonio Lauro, Juan Bautista Plaza, Antonio Estévez. ¡Que lindo sería un auditorio con el nombre de la compositora Ma. Luisa Escobar! tan poco reconocida.

Para ser justa – la excepción confirma la regla- en Caracas hay dos teatros con nombres de artistas: El Teatro Alfredo Sadel (antes Teatro Municipal) y el Teatro Simón Díaz (antes teatro Nacional), si es que no se los han cambiado en esta V REP. ya que ambos personajes no son precisamente rojos, rojitos...

Considero que además esto conlleva al desconocimiento total por parte de las nuevas generaciones, de los venezolanos destacados bien sea en el campo del arte o la ciencia. Si no valoramos nuestros valores (valga la redundancia), quién. Si señores, me parece que la sacralización para con el Libertador, (queremos ser más papistas que el Papa), lo que hace en definitiva es ser contraproducente.

*La preciosa sala de conciertos de la FESNOJIV dotada de un portentoso órgano, inaugurada este mes de octubre, lleva el nombre de Simón Bolívar (para variar) ¿Qué "pito toca" el Libertador con la música? A esa sala correspondeíar llevar el nombre de el maestro J.A. Abre, creador de "el sistema".

Caracas, octubre 2008
Ilustración: Una de las pocas (si no la única) estatua del Libertador realizada por una mujer: Sally James Farnham, (N.Y. Central Park, 1921)

06 octubre, 2008

El carrillón de la Catedral


La actual Iglesia Catedral de Caracas fue el primer Templo parroquial de la Ciudad de Santiago de León, fundada por Diego de Lozada el 25 de julio de 1567. De ese tiempo para acá, este edificio ha seguido paso a paso la historia de la ciudad. Con el terremoto del 11 de junio de 1641, la Catedral se redujo a un montón de escombros. Gracias a la ayuda de la piadosa María Pérez (Maripérez) se pudo construir un templo provisional. Hoy una urbanización caraqueña lleva su nombre. A raíz del terremoto y el paso de los años el edifico ha sido reformado y ampliado, entre ellos: el Presbiterio, el artesonado de las naves interiores y el piso de mármol. En la parte superior de la torre se admira una estatua en bronce que representa La Fe, obra del artista Juan Pedro López. Su última refacción se hizo en 1967 con motivo del cuatricentenario de la ciudad.

El estilo de la Catedral es muy propio de la Colonia. La construcción es muy modesta comparada con otras iglesias latinoamericanas. Empero tiene una singular belleza, y dentro de ella se encuentra entre otras, la capilla de la Santísima Trinidad que data de 1689. Aquí recibieron sepultura los miembros de la familia del Libertador. En 1827 el mismo Libertador en su postrera visita a Caracas vino a rezar ante la tumba de sus seres queridos y emitió un decreto para que se hiciese un monumento, el cual vino a ser realidad en tiempos del General Marcos Pérez Jiménez, por allá por los años cincuenta.

Toda esta introducción me sirve, valga la redundancia, como introducción para hablar del carillón y las campanas de la Catedral. El actual reloj fue fabricado en Londres en 1888 y pagado en libras esterlinas contantes y sonantes. Durante siglos, las finísimas campanas doblaban para indicar la hora, para celebrar las festivales de navidad y pascua y recordarles a los fieles la misa dominical; mediante un carillón tocaban el Himno Nacional y otras piezas de música religiosa. Pero como ahora, hasta el Vaticano está prescindiendo de sus campaneros. Ya no hay quien jale de las cuerdas y active los badajos. Todo está resuelto por toques tecnológicos y basta con apretar un botón para que el tañido se expanda por toda la ciudad.

Me dicen que el reloj de nuestro tempo aún funciona con su original sonido, dando las horas y medias. Hace años que no lo escucho. No voy al centro de la ciudad, ni recorro la Plaza Bolívar como ante solía hacerlo para evitar desagradables encuentros con las hordas chavista, que tienen sitiado el lugar.

Como ya he dicho en otras ocasiones, nací cerca de la Catedral por consiguiente el sonido de las campanas y el carillón marcaron mis horas de vida infantil y colegio. Al correr de los años, dejé de escuchar esos sonidos. Entre la ciudad que cada vez se hace más bulliciosa el sonido de las campanas se ha cambiado por el escándalo de los claxons: los golpes y martilleteos de las construcciones y obras y las sirenas de las ambulancias y bomberos. El progreso acabó con la placidez de la antigua ciudad y el tañer de las campanas. Es bastante a contracorriente asistir ahora a las retretas de la Plaza Bolívar (¿todavía existirán?), donde me llevaba mi abuelo Nicolás y escuchar las campanas. La última vez que las escuché sonar a repique, fue el 23 de enero del 58 cuando la caída de la dictadura.

Esperemos que se presente nuevamente la ocasión de escuchar al vuelo, el sonido de las campanas caraqueñas y sabremos por quién doblan las campanas…

¡Vainas de mi ciudad!


Caracas, agosto 2008