20 mayo, 2008

Recordar es vivir: Historia emocionante





Independientemente de todas las emociones afectivas que uno viva en la vida - aquellas relacionadas con sus vivencias muy personales- hay otras también muy importantes pero un poco más publicas o comunitarias. Haciendo las debidas salvedades entre estas extrapolaciones, imagino qué habrán sentido los alemanes al momento de la caída del muro de Berlín, los chinos de la plaza de Tiananmen y ya en nuestra América latina, los estudiantes de la plaza de Tlatelolco, en México. Uno de estos sucesos fue venturoso, los otros dos deplorables.
A mí me ha tocado la suerte de participar en dos momentos históricos relevantes, en relación con la política de nuestro país, Venezuela. El primero fue aún siendo joven el día –o mejor dicho la madrugada- del 23 de enero de 1958 cuando la caída del régimen dictatorial del Gnerl. Pérez-Jiménez. Además del alivio que sentimos en casa -como todas aquellas familias activistas políticas contra la dictadura- esa madrugada nos invadió una enorme alegría un espíritu festivo que toda la población del país sacó a la calle. Especialmente en Caracas todos salimos de madrugada a la vía. Todas las luces de las casas se encendieron –dudo que esa noche alguien durmiera- las puertas se abrían, todos corríamos por las calles, nos abrazábamos, llorábamos y cantábamos el himno nacional y flameaba la bandera de las 7 estrellas. Finalmente marchamos hacia el palacio de Miraflores. Otros se dirigieron al edifico donde quedaba la policía política del régimen, la Seguridad Nacional, para liberar a los muchos presos que allí habían.
El otro momento significativo para mí, sucedió a muchos años del anterior cuando estoy entrando en esa etapa de la vida que se ha dado por denominar efemisticamente “juventud prolongada”. Fue la participación en la marcha multitudinaria “Ni un paso atrás” del día 11 de abril de 2002. Luego de todos los acontecimientos que se originaron con el impasse surgido a raíz del nombramiento de la directiva de PDVSA –huelga petrolera inclusive- que el Ejecutivo trató de imponer a toda costa. La gente se fue reuniendo sin convocatoria previa frente al edificio de PDVSA en Chuao, en espera de una rectificación del gobierno, la renuncia de la directiva y en apoyo a los compañeros que dignamente dieron la cara por el mantenimiento de la meritocracia en la industria.
Cada vez llegaban más y más personas de todas las edades y todas las tendencias con cacerolas, pitos, gorritas, banderas, consignas y pare usted de contar, voceando consignas. Una compañera de PDVSA me obsequió una franela alusiva a la protesta, que me coloqué en plena vía. Pasamos allí casi medio día, pero lo más emocionante fue la movilización cívica de esa enorme multitud que fue sumándose –sin convocatoria previa- al grupo inicial, que ya era numeroso. Venían de todas las urbanizaciones y barrios de la capital; escuálidos de todas las clases sociales.
Cuando comenzamos la marcha, se hizo más emotiva ya que bajaban personas de las edificios, de las casas, salían de los negocios, de los mercados. Personas que dejaban los carros a la orilla de la vía y se venían a caminar con nosotros. Todas las avenidas llenas. Las zonas aledañas al río Guaire, la autopista del este con kilómetros y kilómetros de gente, convocada única y exclusivamente por su pensamiento democrático. Marchábamos, cantábamos y lloramos de ver tan magnífica solidaridad.
Desgraciadamente todo no terminó tan bien. Los sucesos aciagos de ese día es de todos conocidos... Yo no llegué hasta el puente Llaguno - donde los grupos bolivarianos armados originarían una masacre- sólo llegué hasta la altura de la plaza Venezuela, por la autopista. Mi agotamiento no daba para más. Pero me enorgullezco de haber participado en estos dos acontecimientos significativos en la política del país.
Espero poder continuar, si se requiere...
Caracas, junio 2002
Ilustración tomada de la web.