20 mayo, 2008

¡Que se lleven todo menos el Avila!



Para algunos será una propuesta descabellada, para otros como yo que están agobiados de Caracas será algo muy acertado. Yo una caraqueña de la Parroquia Catedral, propongo que el nuevo gobierno que comenzará a regir los destinos del país este próximo 3 D comience por mudar la capital a otra parte. No me vengan con el argumento de que es más fácil que yo me mude. Eso beneficiaría solamente a la suscrita y no al resto de quienes en la capital sobreviven. Como tal plan será a largo plazo, que empiecen por convocar un concurso internacional. Por supuesto podrán participar también nuestro arquitectos, urbanistas y planificadores, para proyectar una mega ciudad en todo el corazón del país. Es decir en su zona central. Eso lo decidirán los estudiosos del proyecto. Terreno tenemos de sobra.

Bajo la presidencia de Rafael Caldera –en la 4ta. república- existió un plan denominado Jóvenes al sur y se creó la muy bien planificada Ciudad Guayana. Creo que el plan no contemplaba el traslado de los entes oficiales. Ahora en vez de seguir “el ejemplo que Caracas dio” sigamos el ejemplo de los Brasileños y hagamos una ciudad ecológica tipo Curitiba o monumental tipo Brasilia. Una ciudad exclusivamente para el uso y abuso de los organismos gubernamentales: Ministerios, Institutos autónomos, Embajadas y los servicios necesarios para su funcionamiento. Hermosas y grandes autopistas, parques y todo aquello que permita el óptimo desempeño de la nueva capital. Siempre pensando en una regulada tasa poblacional a futuro. De paso, así ayudaríamos a la tan propuesta y nunca realizada descentralización.

¡Abogo por mi atofagada ciudad que ya no da para más! En este estrecho valle ya no hay espacios para los peatones, ni parques, ni vías nuevas y las existentes están en pésimo estado. Las marchas y contramarchas de Tirios y Troyanos, las protestas y tomas de calles y avenidas, los buhoneros, los indigentes malviviendo en las plazas, la pestilencia e inmundicia de la basura sin regoger, los malabaristas en los semáforos, el enjambre de motorizados, los ranchos que proliferan, la escases de viviendas, las vallas que despliegan su basura visual, los malandros que nos impelen a vivir enrejados y amurallados, las alcabalas fantasmas, todo nos obliga a pedir clemencia al apóstol Santiago, por un mal del cual en mayor o menor medida somos responsables.

Tenemos dinero para botar o regalar en provecho de otros países. ¿Por qué no emplearlo para una causa de este tipo que seguramente nos beneficiaría a todos?Eso sí déjen la bella montaña. Es lo único que reconcilia al caraqueño con su ciudad.


Caracas, 2006
Ilustración: Cabré