20 mayo, 2008

¡Mijito! este país es como para esconderlo



...Eso se lo escuché decir a Elias Pérez Borja y me pareció una acertada y ocurrente exclamación para referirse a mi país, tu país.

Para desgracia de los venezolanos este país no camina, como decimos en criollo. Bien sea por la ineptitud de los gobernantes y empleados públicos, o bien sea porque el ciudadano de a pie no hace valer sus derechos. Siempre me pregunto, ¿para qué carajo pago impuestos religiosamente, si los mismos no me son retribuidos en servicios que valgan la pena? Sería muy extenso reseñar todo lo que aquí funciona pésimo: transporte, hospitales, aguas, electricidad y escuelas, entre otros. Aquí sacar cualquier documento que por ley te corresponde (cédula de identidad, pasaporte, etc.) es un verdadero calvario. No de ahora en tiempos de revoluciones bonitas, sino de siempre.
Baste señalar que para hacer una común diligencia en un organismo público: Registro público, Seguro Social, ONIDEX, Ministerios varios y etc., hay que madrugar. Madrugar significa levantarse a eso de las 4 am. expuesto a cualquier cosa: atraco, asalto o secuestro, para llegar a una infamante cola, donde encontraremos ciudadanos que se han quedado a dormir en el sitio, sobre unos cartones. O sea que usted ya llegó retrasado con todo y madrugonazo. Deberá repetir la visita unas dos o tres veces, hasta que logre un puesto en la cola donde le darán un numero, si es que acaso los reparten, para que usted pase al organismo en cuestión y haga su solicitud. ¿Pero no crea que ya solucionó todo? ¡Ahora es cuando...! Debe pasar por varias taquillas, para constatar unos papeles faltantes. Debe comprar papel sellado (que no hay en la oficina pública, pero lo vende un buhonero en la esquina). Hay que cancelar los timbres fiscales, de existir claro, en otro lugar o en un banco. ¡Ya, fue a pagar los sellos y perdió el turno..! No hemos terminado aún; después de introducir todos los requisitos y de haberse calado una cola insoportable por unas 7 horas (recuerde que madrugó) de pie: con mucho calor, sin un sanitario donde acudir, sin tomar agua, agolpados en la taquilla, maltratado por la Guardia Nacional, deberá volver dentro de unos días a buscar sus papeles. ¡No sea iluso! eso no significa que estén listos para la fecha prometida: no sé, quizá, a lo mejor, se traspapelaron... ¡Y Dios te libre de estar en las listas del apartheid del régimen ! Todos tus intentos serán en vano.
El mal es endémico; los bancos funcionan casi parecido. Si vas a cobrara un cheque, buscar una chequera o una tarjeta de crédito, mejor llevate tu lonchera -o al menos una botellita de agua - para calarte la espera no sea que el sistema automatizado esté caído.

Lo democrático es que aquí sufrimos todos por igual. El pobre empleado público que trabaja en un asqueroso lugar, con un mobiliario todo destartalado, agobiados del calor, sin los implementos necesarios para hacer su labor y el ciudadano que acude a ellos. Todo se trata de resolver a través de jornadas especiales, o planes de contingencia. Lo que viene a corroborar que si las cosas funcionaran como debe ser, estos planes no existirían. ¡Aquí la revolución que necesitamos es poner a funcionar las cosas como Dios manda! Aquí el gobernante que organice el caos administrativo de la cosa pública, se entronizaría en el poder. Tan simple como eso.

Actualmente estamos peor que nunca. Antes existía algo llamado Ley de Carrera Administrativa. Ahora se da paso al recomendado del partido único. Se crean cargos de rimbombantes nombres como Ministro del Poder Popular para colocar a los adeptos al proceso, sin probada capacidad para el desempeño de sus funciones. Se habla mucho de implementar un sistema socialista, cuando no se tiene la capacidad ni las políticas adecuadas para concretarlo. Se implantan programas populistas regalando dádivas -como las mentadas misiones- que acostumbran a nuestro pueblo a la mendicidad y a vivir de la caridad estatal. Así les refuerzan el karma de la pobreza. Se malbaratan los petrodólares en solucionar problemas de países ajenos, cuando nuestras prioridades son prioritarias (valga la redundancia) O como decía mi abuelita: ¡Luz de la calle oscuridad de la casa!

Lo más cercano que he estado al socialismo real, fue en mis años mozos cuando viví en París, en un quartier administrado por los comunistas y olvídate que no era ni remotamente el despelote de nuestro socialismo tropical. En mi país, tu país, acudir a un organismo público es una verdadera experiencia dantesca. ¡Qué poca autoestima tenemos los venezolanos! ¡Como nos dejamos maltratar inmisericordemente y sin chistar! ¡Nos hemos acostumbrado a la mediocridad! Cuando conseguimos resolver algo, si acaso ese milagro ocurre, salimos exangües pero contentísimos como muchacho con chupeta. Dice el psiquiatra F. Yumar: "la sociedad es una cosa que camina por las calles" y digo yo de acuerdo a mis vivencias, que de ser así que depauperada sociedad tenemos los venezolanos.

Como si todo esta debacle no fuera suficiente, resulta que se nacionaliza lo privatizado que medianamente funcionaba. ¡No pueden con lo que tienen: gobernar y legislar y van a cargarse con más responsabilidades! Con decirle que ni placas hay para los vehículos. Pero hay más, se pretende introducir una Ley para que los empleados públicos –previa inscripción obligatoria en el Partido Socialista Unico de Venezuela- asistan a clases de marxismo. ¡Espero que no en horas de trabajo! Ese trabajo que se los pago yo con mis impuestos, que cada vez - ¡Coño!- me arrecha más pagar...

Caracas, mayo 2007