Los tantos
sucesos de estos últimos meses me han alejado de garabatear en mis escritos:
desde los últimos días de la enfermedad del comandantepresidente,
su misterioso mal lleno de conjeturas, luego su deceso (5/03): luto
nacional, desfile ante el féretro mortuorio y ascensión al empíreo de los
héroes patrios, colocado en un catafalco en el Museo de la Montaña (antes Museo
militar), sitio de peregrinaje para los acólitos. Todo sin el más mínimo
sentido de la sindéresis y el respeto tanto a sus familiares como al pueblo que
decía amar... Mejor situarnos en el tropel
de acontecimientos que luego vienen para rematar el asombro que tanto propios
(los venezolanos), como extraños (los países extranjeros) tuvieron que
presenciar: Elección a dedo del Delfín, saltándose los señalamientos de la propia Constitución, al cargo de
vicepresidente en ausencia del titular (o sea el muerto). De seguidas, sin
habernos recuperado del descalabro inconstitucional, es elegido candidato a unos
precipitados comicios, con dos contrincantes relevantes: Capriles Radonsky por
la oposición, representante de los partidos que integran la Mesa de Unidad
Nacional (MUD) y Maduro Moros representante del gobierno.
En tal
escenario políticamente incorrecto, asistimos masivamente a votar (14/04), aún
a sabiendas de las engañifas del Consejo Nacional Electoral (CNE) y la abusiva,
desigual y ofensiva campaña electoral efectuada por el candidato gubernamental.
Capriles, realizó en tan corto tiempo una hazaña espectacular contando con muy
pocos recursos y compitiendo en desigualdad de condiciones, ante el aparataje
de un estado aplastante; así se consolida como un genuino líder. Con sospechoso
y considerable retardo, se nos informa que los cómputos favorecen al gubernamental
por estrecho margen (50% Maduro, 48% Capriles), cuento que nadie creyó, ni
siquiera los propios seguidores de Maduro que bien computaron el bajón de
aceptación que tiene en la opinión pública, de forma tal que ni se atrevieron a
celebrar… La oposición solicita auditoría, el gobierno prefiere ilegitimarsa a auditar. El espurio es investido
precipitadamente en el cargo (según dicen siguiendo las instrucciones de Raúl
Castro y la mesa situacional de cubanos instalada en Miraflores). Tanto el tren
ejecutivo, como el presidente de la A.N. cunden de improperios a los medios de
comunicación; se inicia una “cacería de brujas” contra los empleados públicos. Capriles
valientemente ante amenazas de todo tipo a su persona (cárcel, muerte), opta
por impugnar los resultados electorales…
El opositor
logró restarle a la causa revolucionaria unos 800.000 votos del pueblo que
saltó la talanquera, harto de recibir promesas incumplidas que finalmente se ha
dado cuenta de la debacle en la que estos malhadados 14 años de revolución han costado
al país. No sólo catástrofe económica y social, sino también males morales con
los que a diario convivimos: irrespeto, poco sentido ético, impunidad a los
delitos, criminalización de los opositores, ramplonería, ofensas y calumnias.
Nuestras
esperanzas de cambio y sana alternabilidad en el poder se fueron al traste.
Venezuela sigue sumida en la mísma miasma que nos legó el anterior mandatario:
populismo, fascismo puro y duro, despilfarro, militarismo, alta tasa de
criminalidad, paquete neoliberal con devaluación de un 46 % y enorme deuda
externa e interna. Lejanas están las perspectivas de cambio con el presidente “mientrastanto”.
Su gabinete incluye a los mismos responsables de la ineptitud anterior. En su
fracasada lucha por convencer se disfraza de
su predecesor y repite por cadena nacional en TV, sin el mismo éxito, la
palabrería y cuentos gastados.
Como está la
situación las cosas no mejoraran para nuestro país; estamos divididos en dos
mitades a todas luces irreconciliables; primero porque no se puede avalar un régimen
incurso en varios hechos inconstitucionales y de segundas, porque el proyecto
de país y vida en democracia son totalmente antagónicos. Si el régimen anterior
en todos estos años no alcanzó los supuestos objetivos revolucionarios: eliminación
de la pobreza, autoabastecimiento y producción, seguridad ciudadana, educación
de calidad y máxima producción petrolera, entre otros, mucho menos logrará el
actual mandatario mejorar el panorama. No nos engañemos la culpa es del
gobierno anterior y éste sin un cambio
sustancial de dirección, con los mismos "enchufados" de siempre y haciendo exactamente lo
mismo, sólo fenecerá –más temprano que tarde- por su propia voluntad. Lo que si a ver vamos
ya es bastante deseable y alentador. Nos llamamos “república bolivariana”, pero
los ideales del Libertador (independencia de poderes, civilismo, moral y luces),
todavía están por concretarse.
Caracas,
abril 2013
Ilustración: Weil.
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