27 abril, 2013

Lo politicamente incorecto.





Los tantos sucesos de estos últimos meses me han alejado de garabatear en mis escritos: desde los últimos días de la enfermedad del comandantepresidente, su misterioso mal lleno de conjeturas, luego su deceso (5/03): luto nacional, desfile ante el féretro mortuorio y ascensión al empíreo de los héroes patrios, colocado en un catafalco en el Museo de la Montaña (antes Museo militar), sitio de peregrinaje para los acólitos. Todo sin el más mínimo sentido de la sindéresis y el respeto tanto a sus familiares como al pueblo que decía amar...  Mejor situarnos en el tropel de acontecimientos que luego vienen para rematar el asombro que tanto propios (los venezolanos), como extraños (los países extranjeros) tuvieron que presenciar: Elección a dedo del Delfín, saltándose los señalamientos de la propia Constitución, al cargo de vicepresidente en ausencia del titular (o sea el muerto). De seguidas, sin habernos recuperado del descalabro inconstitucional, es elegido candidato a unos precipitados comicios, con dos contrincantes relevantes: Capriles Radonsky por la oposición, representante de los partidos que integran la Mesa de Unidad Nacional (MUD) y Maduro Moros representante del gobierno.
En tal escenario políticamente incorrecto, asistimos masivamente a votar (14/04), aún a sabiendas de las engañifas del Consejo Nacional Electoral (CNE) y la abusiva, desigual y ofensiva campaña electoral efectuada por el candidato gubernamental. Capriles, realizó en tan corto tiempo una hazaña espectacular contando con muy pocos recursos y compitiendo en desigualdad de condiciones, ante el aparataje de un estado aplastante; así se consolida como un genuino líder. Con sospechoso y considerable retardo, se nos informa que los cómputos favorecen al gubernamental por estrecho margen (50% Maduro, 48% Capriles), cuento que nadie creyó, ni siquiera los propios seguidores de Maduro que bien computaron el bajón de aceptación que tiene en la opinión pública, de forma tal que ni se atrevieron a celebrar… La oposición solicita auditoría, el gobierno prefiere ilegitimarsa a auditar. El espurio es investido precipitadamente en el cargo (según dicen siguiendo las instrucciones de Raúl Castro y la mesa situacional de cubanos instalada en Miraflores). Tanto el tren ejecutivo, como el presidente de la A.N. cunden de improperios a los medios de comunicación; se inicia una “cacería de brujas” contra los empleados públicos. Capriles valientemente ante amenazas de todo tipo a su persona (cárcel, muerte), opta por impugnar los resultados electorales…
El opositor logró restarle a la causa revolucionaria unos 800.000 votos del pueblo que saltó la talanquera, harto de recibir promesas incumplidas que finalmente se ha dado cuenta de la debacle en la que estos malhadados 14 años de revolución han costado al país. No sólo catástrofe económica y social, sino también males morales con los que a diario convivimos: irrespeto, poco sentido ético, impunidad a los delitos, criminalización de los opositores, ramplonería, ofensas y calumnias.

Nuestras esperanzas de cambio y sana alternabilidad en el poder se fueron al traste. Venezuela sigue sumida en la mísma miasma que nos legó el anterior mandatario: populismo, fascismo puro y duro, despilfarro, militarismo, alta tasa de criminalidad, paquete neoliberal con devaluación de un 46 % y enorme deuda externa e interna. Lejanas están las perspectivas de cambio con el presidente “mientrastanto”. Su gabinete incluye a los mismos responsables de la ineptitud anterior. En su fracasada lucha por convencer se disfraza de  su predecesor y repite por cadena nacional en TV, sin el mismo éxito, la palabrería y cuentos gastados.

Como está la situación las cosas no mejoraran para nuestro país; estamos divididos en dos mitades a todas luces irreconciliables; primero porque no se puede avalar un régimen incurso en varios hechos inconstitucionales y de segundas, porque el proyecto de país y vida en democracia son totalmente antagónicos. Si el régimen anterior en todos estos años no alcanzó los supuestos objetivos revolucionarios: eliminación de la pobreza, autoabastecimiento y producción, seguridad ciudadana, educación de calidad y máxima producción petrolera, entre otros, mucho menos logrará el actual mandatario mejorar el panorama. No nos engañemos la culpa es del gobierno anterior y éste sin un  cambio sustancial de dirección, con los mismos "enchufados" de siempre y haciendo exactamente lo mismo, sólo fenecerá –más temprano que tarde-  por su propia voluntad. Lo que si a ver vamos ya es bastante deseable y alentador. Nos llamamos “república bolivariana”, pero los ideales del Libertador (independencia de poderes, civilismo, moral y luces), todavía están por concretarse.

Caracas, abril 2013
Ilustración: Weil.

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