Hoy toca recordar mi vivencia con un alimento ancestral para los venezolanos. Factiblemente todos saben sobre este alimento, imprescindible en la dieta venezolana. No informaré datos precisos acerca de su nombre y procedencia, pero sí contaré mi historia...
Cuando era una chica púber, y ya de eso hace siglos, vivíamos en la parroquia San José. Había una señora, que periódicamente se encargaba de proveer una masa blanca de maíz recién amasada en pilón. En ese entonces no existía lo que hoy llamamos delivery, pero la persona cumplía tales funciones. Esa masa luego era convertida en nuestra tradicional arepa redondita, cocinada en un budare (plancha de hierro, de formato redondo, puesta al fuego). Generalmente se desayunaba con la arepa rellena de queso de mano, huevos frito o perico, pernil y café con leche...
Así con tal simpleza, los venezolanos comimos las arepas por generaciones, hasta que apareció la industrialización del producto y se transformó el elemento base, en un alimento precocido. Con el correr del tiempo, por los años 50, proliferaron las ventas de arepas rellenas, con una variada cantidad de alimentos: carne, pollo, verduras, cochino, mariscos y gracias al ingenio de nosotros, fueron tomando nombres característicos acorde con tal relleno: Reina pepeada, Viuda, Catira y así, así.
Actualmente, la masa de la arepa precocida se encuentra en cualesquiera automercado del mundo y debido a la diáspora venezolana, la arepa emigró con nuestros connacionales. Hoy es un plato gourmet; tanto así que se ha instituido el Día Mudial de la Arepa a partir de 2012 y hasta tiene un emoticono en las redes.
No es por protestar: la masa precocidad sirve, aligera el proceso y es de fácil adquisición, pero yo añoro una arepa de maíz pilado y cocida en budare (quizá aún se pueda comer en el interior del país), su sabor es muy diferente y para mí viene a ser una arepa rellena de remembranzas.
Sept. 2023