02 junio, 2014

Bambarito




No hace mucho, existió en Venezuela un personaje muy singular a quienes todos conocían por Bambarito, apodo del doctor Rafael Hernández Rodríguez (1909-1985), reconocido medico Zarazeño que practicaba –adelantado para su época- la medicina  holística; además de ser un humanista y poeta. Como el doctor era un sanador reconocido, quizá por ello se le atribuyeron “poderes especiales” y surgió entre la gente el decir: "A ese no lo salva ni Bambarito" y los venezolanos lo hemos asumido como “lo inevitable”; si algo andaba mal y no lo arreglaba él, no lo arreglaría nadie más. De dónde provino el apodo, nunca se ha pudo saber con certeza.

Recuerdo a Bambarito en estos momentos, porque el cogollo gubernamental, ahora está contra brujos, brujas, adivinadores y afines. Asunto delicado, porque no es prudente jurungar ese avispero. Tampoco se llevan bien con los santos: San Diego y San Cristóbal... Según se lee en la publicación de La patilla (21/05/2014): “Parece ser que al Gobierno de Nicolás Maduro no le gustan las predicciones y por eso decidió sacar del aire el programa “Brujas”, que dirigía la locutora Virginia Escobar…
Representantes de la casa Militar y de Inteligencia Militar, los visitaron y de manera muy amable pero directa, le advirtieron al dueño de la emisora web “TwitRadio” que si no sacaba del aire inmediatamente el programa “Clan de Wiccas” dirigido por Virginia Escobar, conocida por sus acertadas predicciones, y que también participa en los programas de Berenice Gomez ”La Bicha” y Gisela Matamoros, procederían a allanar la emisora.” (Sic.)

En el gobierno anterior se dio cabida a todos estos personajes, algunos importados directamente de Cuba; los paleros (que se dedican a trabajar con muertos), los santeros (que siempre han existido en nuestro país) y toda suerte de adivinos, que por supuesto estaban acordes con el régimen y daban loas al comandante de turno y auguraban algo así como una “revolución eterna”. Tanto así fue la comandita, entre brujos y gobernante, que fue vox populi decir que el sarcófago del Libertador fue profanado por estos señores paleros, para supuestamente pasar el poder del Libertador al comandante eterno. Cierto o falso, es una superfechería más y a todas luces no dio resultados, pero lo cierto es que estos especímenes se llevaban de maravillas con la clase gobernante.

Ahora, el muevo inquilino de Miraflores prefiere optar por Sai Baba. Señalan que está molesto porque los idus no lo favorecen y los adivinos así se lo hacen notar. Lo más expedito es eliminar de un solo plumazo a toda esa caterva de gente, que no ayudan en estos trances tan difíciles. Ya que estamos; aquí se está contra todo, no sólo contra la brujería. No gustan los humoristas, no gustan las redes sociales, no gustan los que protestan, ni los que manifiestan.

Eso de la brujería no es cosa nueva. Ya es tradición popular muy arraigada en nosotros; más de uno estuvo en Birongo, a que le fumen el tabaco, le echen un ensalme, le den unos ramalazos o baño pal´despojo, o cualesquiera de esas vainas. Ni hablar de la reina Maria lionza y sus acólitos, pero mejor no me meto con ella porque es poderosa y de respetar; además de que vuelan, vuelan. 

Tal como están las cosas en el país, no hay que ser adivino para saber que vamos de mal en peor; que el gabinete no da pie con bola, que nada funciona como debería ser y que ni Bambarito, acomoda esto.



Junio, 2014                                                                                                            
Ilustración de la Web.

1 comentario:

Myriam Paúl Galindo dijo...

Contigo y con tus crónicas siempre se aprende, América. No conocía la historia de Bambarito. Tienes la habilidad, como buena cronista caraqueña, de hurgar en los recovecos de la historia popular y encontrar cosas sorprendentes como ésta del conocido sanador. En Miraflores cambiaron su nacionalidad, según parece y prefirieron a sus cubanos. Lo terrible es que juegan al embudo: lo ancho pa´ellos y lo angosto pa´nosotros. Pero algún día vendrá en el que volteemos el colador.

Muchos abrazos, profesora.

Myriam