Yo vengo del S.XX y ahora que estoy en el S.XXI me pregunto cómo resolví mi vida sin tener artefactos cibernéticos...El pasado fin de semana, la "eficiente" empresa de telecomunicaciones del Estado, CANTV optó por dejarme totalmente incomunicada por 32 horas. Desconectada del mundo, sin teléfono, sin TV, sin WiFi, sin celular y sin música ni lectura porque lo que estoy leyendo son libros en pdf y la música la escucho a través de Spotify. En resumen, cercada en mí misma. Esta situación me puso a cavilar acerca de cuanto dependemos de estas conexiones.
¿Qué hacía yo en mi juventud cuando no existían estas vainas? Estudiaba, trabajaba. Compartía más con mis amistades, acudía más a espectáculos, leía más y hacía labores del hogar y así de un momento a otro, retorné a esos viejos tiempos: pulí la platería, horneé una torta, hice macramé, pegué botones, planché unas camisas (cosa que detesto, no las camisas, la planchada) y terminé sacando las telarañas del techo... Aún así el día se me hizo infinito. Especialmente en la noche me aburrí sobremanera, por no poder ver los capítulos pendientes de mis series coreanas favoritas. No me quedó otra alternativa que revisar en la biblioteca en busca de algún libro que valiera la pena volver a leer y terminé leyendo a los filósofos estoicos griegos, para enfrentarme estoicamente a mi desesperada situación.
Al día siguiente cuando finalmente regresó la anhelada conexión, me volvió la alegría de vivir. Parafraseando a Descartes, "Me conecto, luego existo." Sin tomar en cuenta los frecuentes apagones, que también hacen su parte, hay que ver lo que dependemos de unos enchufes. Lo confieso, soy ciberdependiente. ¿Usted no?
Caracas, agosto 2023